Parí en Hospital Público: Por Libertad Vásquez

El 16 de mayo de 2019, Ana María, hoy de 33 años, tuvo a su primer hijo en el Hospital Claudio Vicuña de la comuna de San Antonio. Se enfrentaba a la maternidad en un hospital público sin más acceso que a una sala común. Tras 9 horas de trabajo de parto, Alonso nació sin complicaciones. Sin embargo, no todo fue color de rosa para esta mujer. “La violencia obstétrica abarca mucho más que el daño físico al que te puedes ver sometida “, asegura.

Alonso (3) corre por el pasto verde de su casa, su mamá lo mira con una sonrisa gigante, toma los autos con los que tanto le gusta jugar y la invita a correr con ella. El día en que nació el pequeño no era su fecha programada, aún faltaba una semana para el término de su embarazo. El destino quiso otra cosa y cruzó su camino con dos personas más con quién compartir – y apoyarse – en su nuevo mundo de mamá.

El 15 de mayo de 2019, Ana María (33) tuvo su control semanal de embarazo de forma habitual. Con 38 semanas, ya llevaba más de cinco días sintiendo contracciones intermitentes y tanto la matrona como su médico de cabecera, le habían indicado que el bebé estaba en posición para nacer en cualquier momento. Fue en compañía del padre de su hijo – con el cual ya no eran pareja – y como él debía regresar a su casa en Santiago le dijo que se fuera tranquilo, no creía que fuera a nacer aún. “Aunque llevaba una semana con dolor y contracciones lo único que pedía es que no naciera ese día”, cuenta.

Esa tarde, tras cronometrar las contracciones, que ya estaban siendo cada cuatro minutos, había que partir. Organizada con sus padres van al único servicio de urgencia con el que cuenta la comuna, el Hospital Claudio Vicuña. “Fue un ingreso rápido, no llevé la ropa porque pensé que, como la vez anterior, me mandarían de regreso a la casa. No fue así, me dijeron que la bolsa tenía meconio y que ya era momento de que Alonso naciera”.  Tras reventarle la bolsa de manera manual, comenzaron las largas y eternas 9 horas de trabajo de parto en la única sala disponible, una sala blanca, fría, con tres camas separadas por sábanas, donde ella fue la segunda en ingresar.  La única mujer que estaba en la sala era una niña de aproximadamente 17 años, estaba con su hermana mayor.  Ella ingresó sola.

Durante el año 2019 se registraron 210.188 nacimientos a nivel país, siendo 1.802 de ellos en la provincia de San Antonio. El Hospital cuenta con fama de malos tratos a sus pacientes, independiente del motivo por el cual se dirijan al centro hospitalario. Actualmente, hay una denuncia por negligencia médica al no atender un parto cuando correspondía, la mujer dio a luz un bebé muerto. Ana María sabía de primera fuente sobre la violencia con la que tratan a las puérperas, su madre lo vivió con ella y dos de sus primas con sus primogénitos, años antes. Al no existir otro lugar donde parir, comenzó el proceso pidiendo que, por favor, dejaran entrar al papá de su hijo. “Logré avisarle cuando me dejaron internada, pero no tenía cómo saber que había llegado, Había un matrón y una matrona más una tens en el pre parto y sólo el matrón tuvo consideración conmigo”.   Luego de insistir, ingresa su acompañante, hubo monitoreo de vez en vez, pero cuando finalmente llega a 10 centímetros de dilatación, a las 3 de la madrugada del 16 de mayo, le dicen que debe seguir esperando, que no es llegar a los 10 y que nazca el bebé. Ya no daba más de dolor y la epidural administrada solo la calmó 20 minutos. Fue ahí donde su ex pareja exigió que alguien la examinara y dijera si estaba ya en condiciones de nacer el niño, eso ya a las 6 am. La llevan a la sala de parto, una sala cálida, con luz tenue, un ambiente “acogedor”, y recordando lo que decía el libro entregado por el Minsal, tenía derecho a escoger la posición en que quería tener a su hijo. Lo exigió, sin embargo, la obligaron a estar recostada de espaldas con las piernas arriba, sin otra opción. Tras 20 minutos pujando, nació Alonso.

Hubo contacto piel con piel hasta que lo tomaron para examinarlo, luego de eso Ana María relata que comenzó a desvanecerse, todo se fue oscureciendo, tras 50 minutos, no lograba expulsar la placenta y al intentar sacarla se produjo una hemorragia. Entre dos matrones y una enfermera no lograron contenerla y hubo que llamar a un médico. “Solo recuerdo decir “qué está pasando”, en reiteradas ocasiones para no perder el conocimiento. Me inyectaron algo en las piernas y pusieron la camilla de cabeza. Sentí que me iba y no había nadie para ayudarme”, mencionó Ana María.

Llega el ginecólogo de turno que se encontraba realizando una cesaría, rápidamente contiene la hemorragia y Ana María comienza a sentirse mejor. Las matronas desaparecen y dos horas más tarde se reencuentra con su hijo.  Al trasladarse a la habitación hay dos mujeres más sosteniendo a sus niños. Una, era la paciente de la cesaría, el doctor la había dejado para atender la urgencia de ella; la segunda, una madre que había llegado después, pero su bebé había nacido antes. Ana recuerda que, tras acomodarse en la habitación, al tratar de poner al pecho a su hijo, tuvo bastante dificultad, llama a la enfermera encargada del turno y ésta la reta, le dice que cómo a los 30 años no sabía amamantar, si acaso era su primer hijo, y ella le responde que sí, que por qué es tan difícil creer que una persona de 30 puede ser madre por primera vez y con un embarazo deseado y planificado. Fue la única vez que se sintió capaz de alzar la voz. Ella no le dijo nada y se retiró en silencio; las tens sí colaboraron y la ayudaron los tres días que estuvo en el hospital.

Junto a las otras mamás se acompañaron. La mayor parte del tiempo generando experiencia juntas, ya que quedaron en total abandono por parte del equipo médico, no hay ningún tipo de contención, La matrona pasó una vez a chequear que ya pudieran pararse, la pediatra también una vez al día chequeaba a los lactantes. “Yo sólo sabía la teoría de la maternidad, lo que sale en los libros, los consejos – no consejos de la gente; la práctica con sobrinos sólo me sirvió para mudar”, dijo Ana.

Al recibir el alta le entregaron “el cuaderno del niño sano”, no hubo epicrisis. Hasta hoy, no sabe qué medicamentos le administraron para no perder el conocimiento, no la dejaron en silla de ruedas afuera del hospital, como protocolarmente se debe hacer, solo hubo entrega del ajuar que corresponde por ley.

El parto había terminado, su estadía en el hospital también; siente que su experiencia es “buena” en comparación con lo que sufren otras mujeres.  Luego de 3 años, no tiene claridad si volvería a ser madre, porque la comuna aún no tiene otro servicio de urgencia con maternidad, ahí no existe la contención antes – durante – ni después del proceso de parto. Las clínicas privadas sólo cuentan con pabellones para cesarías, pero sin neonatología, por lo que si el bebé requiere asistencia sólo se entrega en el hospital público o se deriva a Valparaíso. Ana María hoy está feliz con su hijo, motivo por el cual dice: “sigo viviendo, razón por la cual me quedé aquí”.

Trabajo realizado para la asignatura de Redacción Periodística I, impartido por la profesora Belén Merino. Autora/Estudiante: Libertad Vásquez.

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