“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, señaló el expresidente Salvador Allende en 1972 en la Universidad de Guadalajara. Esta frase emblemática refleja el papel activo de las juventudes en el acontecer nacional: conocer las realidades sociales y económicas, y convertirse en motores de cambio. Sin embargo, en los últimos años se ha registrado un decaimiento en las movilizaciones estudiantiles, y es poco común ver a jóvenes organizados por un propósito sustancial.
A mediados de noviembre, la Cámara Baja aprobó una medida que excluye la gratuidad en educación superior a estudiantes sancionados por la Ley Aula Segura, desatando un debate entre garantizar la convivencia escolar y evitar la exclusión educativa. Cabe recordar que la Ley Aula Segura nació en medio de protestas estudiantiles para sancionar faltas graves dentro de los establecimientos.
¿Qué ocurre con el carácter reaccionario del movimiento estudiantil? Actualmente, este se presenta de manera muy distinta a como hace unas decádas atrás, pues la escencia se ha ido transformando y debilitando, contó Cristóbal Karle, sociólogo, investigador asociado del Instituto Igualdad y director del Archivo Histórico FEUC.
En suma, Andrés Donoso, antropólogo e investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile, explicó que los movimientos estudiantiles desde la década de los 80 en adelante “componen características similares, que son los movimientos en contra del neoliberalismo o mercantilismo en la educación”.
En los últimos 20 años, hay dos grandes movilizaciones que han dejado una marca profunda en el ámbito político y político estudiantil. Una de ellas es la denominada Revolución Pingüina (2006), encabezada por estudiantes secundarios que se alzaron en rechazo a la privatización del sistema educativo. Luego, en 2011, un movimiento liderado por estudiantes universitarios exigían una “educación gratuita y de calidad“.
Estos movimientos no se destacaron sólo por la cantidad de manifestantes que lograron congregar, sino que por la persistencia que tuvieron en seguir movilizados, apuntó el sociólogo Cristian Bellei en una charla del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación de la Universidad Católica.
Movilizaciones en los últimos años
En los últimos seis años, el país ha vivido una etapa de gran efervescencia política: se pasó de una movilización estudiantil feminista en 2018, a un estallido social en 2019, luego hubo una pandemia que detuvo todo lo social y económico en 2020 y dos procesos constituyentes rechazados en los años siguientes. Durante este periodo, las federaciones estaban atravesando una crisis significativa, contó Karle.
En 2018, las calles se tiñeron de violeta con la movilización de mujeres universitarias que denunciaban abusos y acosos sexuales en sus casas de estudio. Este movimiento, conocido como Mayo Feminista, se manifestó a través de diversas formas de protesta: marchas, performances, tomas y expresiones artísticas, todas unidas bajo una consigna feminista.
Luego, en 2019, hubo un estallido social influenciado por el movimiento estudiantil secundario en consecuencia del alza al transporte público, en la que se fueron sumando organizaciones y federaciones universitarias. Posteriormente, fueron aflorando distintas consignas de descontento social, ya sea en salud, educación, vivienda y pensiones.
Emilia Schneider, en ese entonces presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), indicó al medio POUSTA que ese año “le tocó una ‘pega’ superintensa en tratar de devolverle la institucionalidad a la federación“, pero centraron su activismo a las demandes de ese entonces.
En 2020, todo ese intenso movimiento se apagó con la llegada del coronavirus y los decretos de estado de emergencia sanitaria, lo que llevó a la mayoría del mundo a volcarse puertas adentro debido a la cuarentena. Como consecuencia, salieron a la luz múltiples problemas relacionados con la educación, como la desigualdad en el acceso debido a la falta de conectividad. El activismo, entonces, se volvió digital y remoto.
Crisis en el movimiento estudiantil
Pero, ¿qué pasa con el actual movimiento estudiantil?
Este año la FECh no alcanzó el quórum mínimo para elegir a sus representantes, el asunto empeoró en la segunda vuelta: sólo participó un 9% del padrón electoral. Catalina Lufín, expresidenta de la FECh, ante la baja participación, reflexionó que “hay una especie de desafección a algunos procesos políticos más que algunas como la Federación. En sí el rechazo al solo hecho de estar en campaña o a ponerse a disposición a escuchar un contraste de ideas”.
Lufín apuntó a otro factor de la baja participación que es “estar saliendo de la pandemia. Entonces todavía no hay una comprensión integral de qué estamos haciendo en la universidad, además de estar estudiando”.
Por su parte, Camila Bergaglio, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile (Feusach), indicó que, en su casa de estudios se vive el mismo panorama: “La representación estudiantil en nuestra universidad es supercomplejo. Definitivamente, logramos avanzar mucho en las últimas elecciones. Hace casi 10 años que no lográbamos tener el quórum”. Además, expresó que fue todo un logro porque comúnmente los estudiantes no participan y no votan en las instancias de representación.
Representatividad en las universidades
El contexto político, social y sanitario junto con la transición del movimiento estudiantil hacia la institucionalidad son factores que han contribuido a generar desconfianza hacia las federaciones estudiantiles. Además, la irrupción del movimiento feminista marcó un cambio de enfoque que transformó las prioridades y dinámicas del activismo, comentó Sofía Donoso, socióloga y doctora en Estudios del Desarrollo de la Universidad de Oxford.
Raúl Zarzuri, sociólogo y doctor en Educación señaló que “estamos frente a una pérdida de sentido con las estructuras tradicionales como las federaciones de estudiantes universitarias y secundarias. Hoy esa estructura no dicen nada a los jóvenes”.
Noemí Quintana, expresidenta de la Feusach, explicó a The Clinic que “hubo quiebres en federaciones, incluida la Usach, porque empezó a existir desconfianza hacia los partidos políticos desde las bases estudiantiles”. En suma, la actual presidenta de la Feusach comentó que “la gente llega las federaciones sólo para después seguir escalando a cargos públicos y, en verdad, no trabajan por sus comunidades”.
Por su parte, Lufín, opinó que “es innegable que dentro de la Universidad (de Chile) hay un estado complicado (…) pero diría que hay una falta de cohesión en el cómo lo hacemos y en la divergencia de postura respecto de cómo seguir avanzando. Yo creo que si bien hay una ausencia ahora mismo de un órgano transversal representativo unitario en la universidad. Esa no es una decisión de los estudiantes, sino es más bien algo que sucede”.
Donoso, en base a cómo se desarrollaron los movimientos del 2006 y 2011, reflexionó que “los dirigentes estudiantiles que estuvieron, contribuyeron conduciendo, dirigiendo esta gran fuerza social, pero ellos no gatillan esta gran fuerza social. Ellos no hacen que el movimiento ocurra”.
¿Qué viene para un futuro?
Andrés Donoso explicó que los movimientos estudiantiles son impredecibles, ya que “no son lineales y que no dependen de una persona, en este caso de los dirigentes estudiantiles, porque hay muchos grupos actuando, muchos intereses involucrados, muchos procesos en juego”.
Sin embargo, los jóvenes tienen un papel esencial en nuestra sociedad y democracia, ya que son agentes de cambio que generan nuevas ideas y perspectivas. Un reflejo de esto se observa en quienes componen la política; pues la mayoría participó activamente de los movimientos estudiantiles, compartió Zarzuri.
Es claro que los dirigentes estudiantiles se convierten en rostros políticos para un futuro, como lo es el actual Gobierno que está integrado de múltiples personajes que resonaron en las movilizaciones del 2006 y 2011, tales como Gabriel Boric, Camila Vallejo, Giorgio Jackson, Nicolás Grau, Jeannette Jara, entre otros. También, hay figuras dentro del Congreso Nacional como Karol Cariola y Emilia Schneider.
A través de un sondeo ciudadano, se encuestó a 92 personas de entre 18 y 68 años para identificar qué figura política asociaban primero con el movimiento estudiantil. Los nombres más mencionados fueron Camila Vallejo, con un 50% de las respuestas, y Gabriel Boric, con un 21%, ambos destacados por su participación en las federaciones de estudiantes.
Por otro lado, según una encuesta de Cadem, las preferencias presidenciales para 2026 se concentran entre Evelyn Matthei, Michelle Bachelet y José Antonio Kast, tres figuras con experiencia previa en contiendas presidenciales y de distintos sectores políticos.
¿Dónde están los estudiantes?
El 14 de noviembre se aprobó en la Cámara Baja la indicación propuesta por la Bancada UDI que establece un “Aula Segura 2.0”: propone que los estudiantes entre tercero y cuarto medio sancionados por actos graves de violencia pierdan el derecho al beneficio de gratuidad universitaria el primer año.
Felipe Donoso, diputado UDI, indicó que creen que es ” importante que exista una sanción a aquellos niños que violenta la Ley de Aula Segura”. Y señaló que los actos graves de violencia son principalmente el porte de bombas molotov y el daño entre estudiantes como lo ocurrido este año en el Internado Nacional Barros Arana (INBA).
Sofía Donoso, frente a esta propuesta que eventualmente se votará en el Senado, expresó que es “una manera de satanizar el movimiento estudiantil; y si es aprobado bajo este Gobierno quedaría bien marcado ese desacople”.
Por parte de los estudiantes, la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), manifestó su descontento a través de las redes sociales: “Se siguen aprobando medidas que tan sólo promueven la desigualdad y represión a quienes nos hemos históricamente movilizado”.
El movimiento Estudiantes por la Causa Popular (ECP), también evidenció su molestia a través de Instagram haciendo un llamado a protesta popular para detener el avance de “Aula Segura 2.0”: “El llamado a las y los estudiantes es a unirnos, organizarnos y luchar contra las leyes represivas, en un contexto donde con leyes, pactos y campañas comunicacionales buscan impedir que nuestro pueblo se alce en organización y protesta popular”.
Los movimientos estudiantiles desempeñan un papel crucial en el desarrollo sociopolítico de un país, ya que impulsan la visibilidad de nuevas figuras políticas y favorecen el recambio en las esferas públicas de toma de decisiones. Sin embargo, esta dinámica parece ausente en el contexto actual, ad portas de una nueva elección presidencial, donde el oficialismo aún no ha presentado a su carta presidencial.
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Por: Javiera Lineros Reyes
Ilustración: Fran V.